En una parcela triangular de nueva construcción de Aranjuez, Madrid, frente al Río Tajo, se decide realizar un centro hípico. Esta parcela se dota de dos accesos, una principal para el público más próxima al río y a la ciudad, y una secundaria para camiones y servicios. Dado su programa, contiene mucha superficie destinada al entrenamiento de los caballos con 3 zonas bien diferenciadas según el grado de profesionalidad: una primera dónde se comienza a domar al caballo, una segunda dónde se empieza a hacer saltos y la última con varios obstáculos formando un circuito enfocado a futuras competiciones. Además hay una zona con edificaciones, destinadas a los caballos con los boxes y a las personas con el club y la administración, lo que distribuye y organiza toda la obra.